Frente a este monumento en honor a Julio Verne que se encuentra en el náutico de Vigo dejé vagar mi imaginación.
Siempre he pensado que tenía algo de síndrome de Peter Pan, ese miedo a crecer, a pelear en la vida diaria como se supone debe hacerlo un adulto. No me apetece pelear por las cosas que a los demás les parecen muy importantes: poder, situación social, ...
Delante de esta escultura me di cuenta que no tengo ese síndrome. No, no tengo el síndrome de Peter Pan. Soy de la banda de Peter Pan. Durante el día lucho contra el Capitán Garfio, contra los Capitanes Garfio que pueblan la vida diaria. Mientras estoy consciente me mantengo en su terreno, y la pelea es constante y agotadora. Por la noche, con mis pensamientos felices, vuelo hasta Nunca Jamás donde vivo fantásticas aventuras, algunas increíbles en los dominios de Garfio, pero posibles en la tierra de los sueños.
Pero no todo es maravilloso siempre. Al igual que yo hago incursiones en la tierra de los piratas, Garfio se introduce a veces en Nunca Jamás. Esas noches las peleas son duras y me restan fuerzas para soportar el día. Esas noches él intenta llevarme a su territorio y privarme de mis aventuras. Y durante los días que las siguen intento visitar mi país de las aventuras aunque luzca el Sol, ignorando a los piratas, con la mirada aparentemente atenta y la mente pérdida.