jueves, 29 de mayo de 2014

HASTA PRONTO AMIGOS




Después de siete años cambio de edificio, no de empresa. No me voy muy lejos, las distancias en Madrid se miden en kilómetros y en tiempo de atascos, pero es una distancia que hará que no vea a diario a quienes han sido mis compañeros: mis chicas del club de cocina, mis compañeras, mis compañeros (parezco un político en campaña, femenino y masculino siempre), mis sufridor@s (aquí ya he bordado lo políticamente correcto y moderno), en conjunto mis amigos: todos y todas.

En la imagen de arriba aparece una planta que normalmente conocemos por Pita, pero que también es conocida con el nombre de Atzavara, y se llama así porque cada 5 o 7 años florece, y la floración consiste en que crece una vara en su centro de donde surgen infinidad de hijos y flores. Tras esta floración la planta muere.

¿Porqué cuento esto? Pues por varios motivos, por el alcohol que llevo en el cuerpo (ya sabéis que no soy un santo), porque creo que he llegado a la fase de la exaltación de la amistad (escribo esto abrazado a mi amigo de peluche el Rey Louie), y porque la fotografía de arriba, curiosamente, es de la Atzavara del jardín de mi urbanización, y la tomé a principios de mayo, fecha oficial de mi cambio de puesto. Puede ser casualidad, pero el símil del florecimiento y muerte, con dejar infinidad de amigos tras la partida (lo de la muerte no hay que tomárselo al pié de la letra, sobre todo porque es la mía y no me mola), me pareció una señal del cielo ¡Vale, el whisky también ayuda!, pero insisto en lo de la señal.

El caso es que aunque espero no perder el contacto con ellos, no lo voy a tener a diario como ahora, y voy a echar de menos a todos estos amigos que he hecho: a los Carlos (hay varios), a Maxi, a Curro, a Willy, a Josete, a Feliche, a Antonio, Ángeles, Mari Carmen, Rosa, Irene, Lourdes, Pepa, Mari Luz, Raquel, Bea, Bego, Henar, Cristina, Charo, Paloma, Enrique, Juan Carlos, Alberto, Maruxa, Maria Antonia, Maria José (la seguidora de Clint), Concha, Begoña, Nelson, el Yanki, Germán, Maria José e Isabel (las extranjeras), Rosi, Paz, Chus, Kiko, los Robertos, los Manolos (también son varios), los Javieres (otros que abundan), los Jose de contabilidad, Lena, Sonia, Rosa, Juan Carlos de Contabilidad y Juan Carlos de pagos en el extranjero, Ricardo, los Fernando (Don Gato y el del puro), Guillermo, Pol, Nacho, los Eduardos, los Jesuses (mi tutor y el analista), Félix, Marta, Inma, Montse, Olga, Jose Manuel, Fátima, Agustín, Miguel, Nilo, los Pedros, Marga, Ismael, Juan, María, Chuki, Andrés, Alfonso (GR), Ana Cristina (GR), Antonio (GR), Pablo, Julio, Diego, Tobi, Mamen, Jose Carlos, Sonia mi vecina de abajo,...

Gracias a todos por todos los buenos ratos que me habéis hecho pasar, que han sido muchos. Gracias por haber soportado mis locuras sin llamar al frenopático. Gracias por lo que me habéis hecho reír. Gracias por vuestra amistad. Y, finalmente, si creéis que os habéis librado de mí vais daos. No sabéis las vueltas que da la vida (ahora más, pero es el whisky). El día menos pensado me planto de nuevo allí, aunque cambiéis las cerraduras.

Abrazos y besos para todos y todas, y por ese orden, no nos vayamos a liar.




viernes, 9 de mayo de 2014

FRESAS CON ZUMO DE NARANJA

Seguro que habéis oído hablar de la teoría de la navaja de Ockham: ”Si un fenómeno puede explicarse sin suponer entidad hipotética alguna, no hay motivo para suponerla. Es decir, siempre debe optarse por una explicación en términos del menor número posible de causas, factores o variables”, aunque la versión más conocida es: “En igualdad de condiciones la explicación más sencilla suele ser la correcta”.

William of Ockham fue un fraile franciscano y filósofo inglés que, entre otras cosas, estudió la controversia entre los Franciscanos y el Papado, y concluyó que el Papa Juan XXII era un hereje. Sí, Willy era bastante macarra. Perdonad que me tome la libertad de llamarle Willy, pero salíamos juntos haciendo la ruta de los mesones por las noches. Todavía me acuerdo de aquella frase que siempre decíamos al encontrarnos: ”Mire vuesa merced que muy mal debe darse la vigilia”. Y mal se daba en cuanto a caza (esto sigue igual en nuestros días), pero bien en cuanto a las risas proporcionadas por el licor de Baco.


Como he dicho, Willy tenía un punto macarra, pero era buen tío. El caso es que siempre llevaba una navaja, por si nos encontrábamos envueltos en alguna trifulca. Y una noche, celebrando el triunfo de Sir Walter Nativo en la última justa de la temporada, lo que le proporcionó la copa de aquel año, unos lacayos de Sir Anthony Mentero, el perdedor de la justa y segundo de la temporada, se dispusieron a propinarle unos mamporros a Willy, y este espetó:  “La forma más sencilla de zanjar esta discusión es tirar de faca”. Y de aquí surgió la teoría de la Faca de Okham, que más tarde los finolis transformaron en la Navaja. Si Willy levantara la cabeza les metía dos puñalás.

Siguiendo la teoría de mi amigo Willy, la receta de hoy es un postre donde la sencillez es la base de un sabor exquisito.

Necesitaréis:

Naranjas de zumo
Fresas
Azúcar








Exprimimos las naranjas hasta que tengamos suficiente zumo. 1 litro, litro y medio,..., depende del número de personas.










Cortamos las fresas en trozos no muy pequeños.









Agregamos azúcar al zumo de naranja, hasta que esté a nuestro gusto.








Le añadimos las fresas.








Y dejamos que repose un día en la nevera. O, como mínimo, se hacen una noche, y se pueden comer al mediodía siguiente. Deben macerarse las fresas, y mezclar su color y sabor con el del zumo de naranja.








Realmente sencillo, delicioso y apto para todos los públicos.