domingo, 28 de febrero de 2016

EL ROLLO DEL INGENIERO

De vuelta en el maravilloso mundo de la imaginación, me he encontrado con el poder del estómago de mi hijo. Tenía hambre, y me pilló con ganas de innovar, así que abrí la nevera y rebusqué entre las provisiones. Encontré jamón, queso, filetes y jalapeños.

- Creo que podremos sobrevivir hoy - le dije - Aunque tu hermana no comerá jalapeños, y le pondremos poco queso. No le gusta ni el queso ni el picante.

- ¿Qué vas a hacer papá?

- ¡Observa!

Y así, dio inicio una nueva aventura de Homer Cheff. Una aventura carnívora y picante, en la que utilicé de cobaya a mi hijos. Aunque probaron el resultado después de mí, pero no por mí sacrificio personal, sino porque me puede el ansia.

La verdad es que la receta tiene mucho parecido con los flamenquines, aunque no están rebozados, ni macerados en manzanilla (vino), ni fritos, y algunos tienen jalapeños. Vamos que no se parece en nada, pero tiene un aire.

Como estuvo mi hijo presente en la elaboración decidí ponerle de nombre: El Rollo del Ingeniero, porque está estudiando ingeniería ¡Joder, cómo pasa el tiempo!, hace nada lo castigaba a pensar bajo el árbol de la Yaya, o lo sentaba encima mía en el coche, y ahora está sacándose él el carnet de conducir.




Los años vuelan. Pero todavía le queda mucho que aprender. Y a mí también. Ya sabéis, la sabiduría me persigue, pero yo soy más rápido.

Bueno, que nos vamos de lo principal, del plato, que por cierto quedo riquísimo.

Necesitaréis:

Filetes de ternera no muy gruesos.
Jamón serrano (mejor si es de cebo o ibérico)
Lonchas de queso Havarti
Jalapeños
Aceite
Sal






Ablandamos un poco los filetes con un mazo de cocina ¿Por qué? Por los nervios. No veáis lo que relaja darle martillazos al filete.







A continuación colocamos lonchas de jamón serrano sobre el filete.






Seguidamente añadimos unas lonchas de queso.






Si nos gustan, le agregamos unos trozos de jalapeño.






Lo enrollamos como si fuera el canuto de un porreta.






Los disponemos en una fuente para el horno, y les agregamos un poquito de aceite. Muy poco.

Si os fijáis, algunos llevan dos palillos para sujetarlos, otros tres y otros cuatro. Solo hacen falta dos, o uno, pero de esta manera puedo distinguir cuales tienen poco queso, cuales más queso y cuales tienen jalapeños. Eso si no tuviera memoria de pez y pudiera recordar que significaba cada cantidad de palillos.





Añadimos un poco de sal.






Y los metemos en el horno, que previamente habremos precalentado 10 minutos a 180 grados con la función ventilador, e iremos controlando a través del cristal para ver cuándo están hechos. 







Una vez cocinados extraemos la fuente del horno, y colocamos los rollitos en un plato. Se pueden servir con patatas fritas, o con cualquier otro acompañamiento.









Pues eso, que mi hijo tenía hambre, yo tiempo y ganas, comimos este rollo, y resultó que estaba riquísimo.

No es difícil, y lo de machacar los filetes con el martillo relaja mogollón. Relax y buena comida. Esto transciende la cocina, esto es FENG-SHUI.





lunes, 22 de febrero de 2016

SPAGHETTI ALLE VONGOLE

Hace ya cerca de dos años escribí una entrada en este blog donde describía mi paso por la Canda y el Padornelo, nevados, en enero, como Aníbal cruzó los Alpes para conquistar Roma. Entonces no tenía nada claro el desenlace de mi aventura, esa idea que, al igual que sucedió con el Cartaginés, se forjó en mi mente años atrás, y que requirió una dura preparación, un buen pertrechado, un gran apoyo de mis leales tropas, una gran dosis de tesón para continuar combatiendo batalla tras batalla, y una gran resistencia a la desesperación para levantarme tras las derrotas sufridas, no creyendo poder sobrevivir a algunas de ellas.

De hecho, en mayo del año pasado describí la lucha que mantenía contra mi mismo, y contra todos los obstáculos del camino por la conquista de mi idea, de mi proyecto, por mi conquista de Roma particular. Un exceso de trabajo impuesto como un reto, del que no estaba seguro de salir airoso, y del que pensé que sería, usando un símil de la vida de Aníbal, mi Zama particular, mi Derrota.

Incluso en noviembre del pasado año, cuando se acercaba la batalla final, cuando las tropas se encontraban frente a frente y ya solo restaba entablar el combate, escribí la entrada en la que el Kraken y yo, enemigos acérrimos, nos conocíamos más a fondo, y llegábamos a apreciarnos.

¿A qué venían todas estas historias? A que desde hace varios años he luchado por ganar una guerra, por llevar una idea hasta la victoria, por culminar con éxito mi particular conquista de Roma, conseguir aprobar el Doctorado. 

He tenido que luchar para conseguir datos, para rehacer la Tesis cada vez que cambiaba la legislación en la que me basaba, para superar los embites de quienes no querían que lo lograra, o de sobreponerme a los cambios en las normas que regían el programa. Pero, finalmente, este febrero lo he conseguido, he leído y defendido mi Tesis, y he aprobado. Soy Doctor.

He acabado cansado por el esfuerzo y por la tensión, por tener que privarme de la lectura de los blogs que habitualmente visito, por privarme de la relajación que me proporciona la escritura o la creación de un loco plato precedido de una loca historia, pero feliz por haber llegado hasta el final, y por el éxito de la contienda. Feliz, orgulloso y agradecido a todas mis huestes, porque mi ejército está formado por mucha gente: mi mujer, mis hijos, mi familia y mis amigos, contando entre estos últimos a los del trabajo, a los de fuera de este, a mis maravillosas fisios, a mis médicos (mi espalda es un desastre, casi tanto como mi cabeza) y a vosotros, los bloggers que me alegráis los días con vuestras historias. No hay mejor, ni más poderoso, ejército.

Pues esto es lo que he estado haciendo estos años, y es lo que en los últimos meses ha requerido casi todo mi tiempo libre. Pero no todo ha sido sufrimiento, la victoria final y mi acceso a Roma han dado sus frutos, he podido recuperar una receta que me traje desde Italia hace muchos años, los spaguettis alle vongole (espaguetis con almejas). Y, hablando de recetas, ahora que soy Doctor puedo extender las que quiera, ¿no?

Necesitaréis los siguientes ingredientes:

300 o 400 gr de almejas.
Spaguettis
2 Dientes de ajo
1 Vaso de vino blanco
Perejil
Guindillas
Sal
Aceite













Picamos el perejil y el ajo.






Ponemos las almejas en remojo en agua con sal, y les cambiamos el agua dos o tres veces, para que echen la arena.






Ponemos aceite a calentar en una sarten.






Cuando el aceite esté bien caliente, echamos las almejas, con cuidado, en la sarten, y las tapamos dejando que se cocinen hasta que se abran todas.







Cuando estén abiertas les añadimos el ajo picado y una guindilla, y les damos unas vueltas.








Añadimos el vino, y dejamos que se cocinen unos minutos para que se evapore el alcohol.






Reservamos las almejas en un plato, y ponemos agua a hervir en un cazo. Cuando rompa a hervir le añadimos sal, y unas gotas de aceite, y echamos en ella los espaguetis, dejando que se cuezan de 8 a 12 minutos, dependiendo de la marca y de como nos gusten. Se trata de ir probando hasta que tengan la dureza que cada uno quiera. Eso sí, con cuidado, que me hanf contafdo que algunof fe queman al frobarlos.






Una vez listos los espaguetis, los mezclamos en una sarten con las almejas, y les damos unas vueltas sobre el fuego para que cojan el sabor.






Seguidamente le espolvoreamos el perejil por encima, y si se quiere, se les puede agregar un poco de aceite de oliva virgen para darle más sabor, pero sin pasarse.






E infine, abbiamos un piatto degno dei migliori palati. (Y finalmente, tenemos un plato digno de los mejores paladares).









Roma ha merecido la pena. Os lo aseguro.

Bon appetit.