domingo, 18 de enero de 2015

MUERE JOSÉ LUIS ALVITE

El pasado jueves, casi en la linde con el viernes, murió uno de los grandes genios de la columna periodística, un escritor inimitable, un descriptor de la vida a través de las metáforas y de frases lapidarias que parecían inagotables en su prolífico cerebro.
Realmente no se puede saber con certeza si murió, o simplemente inició un idilio con la Parca, a la que como el señaló en alguno de sus artículos le "favorecía la imperfección de sus rasgos." O quizás simplemente recibió el encargo de Ernie Loquasto de dirigir una franquicia del Savoy en algún lugar entre el Cielo y el Infierno. Él no es hombre de establecerse en un único lugar, ni amigo de los ambientes muy limpios y sanos. Disfruta más de la noche, las calles y de los locales cargados de humo y alcohol, donde la mujer de tus sueños se encuentra graciosamente maquillada por la niebla del tabaco y el alcohol. Ya lo apuntó cuando dijo: "En la ciudad en la que vivo, sólo algunas aceras pasaron en la calle más tiempo que yo." O cuando Ernie le dijo: "Muchacho, a menudo la oscuridad te ayuda a ver las cosas claras. Uno no es solo su ropa, sus matones y su contabilidad; uno es también la poca luz que le rodea, la sombra que le hace indescifrable e inexacto, esa penumbra que le añade decimales al ala de tu sombrero. A los tipos como yo, el exceso de luz le perjudica su mala reputación."
También era hombre de su tierra, no era urbanita aunque viviera en Santiago de Compostela. Le gustaba la vida de aldea de antaño, ese "estilo de vida en el que el compás lento de las cosechas importa más que el ritmo trepidante del reloj, la sobremesa del almuerzo acaba a tiempo de servir la cena y la gente solo tiene prisa para cambiar de planes y perder el tiempo."
Su apasionamiento literario por las mujeres le llevo a narrar múltiples aventuras con ese sabor amargo de quién, como creo que le sucedía a él, era capaz de amar con gran intensidad pero siendo consciente de que en esta vida no solo los yogures tienen fecha de caducidad. Porque "el amor puede ser eterno aunque solo haya durado el tiempo que tarda en cocer un puñado de guisantes para dos en una cocina en la que arde apenas el esqueleto del fuego, mientras en la resina del último beso agoniza enamorada la onomatopeya del silencio."
En una ocasión una amiga le dijo: "dentro de unos años las cosas no serán como en realidad nos ocurrieron, sino como hayamos decidido contarlas, así que por nuestro bien lo mejor será que de lo peor que haya ocurrido esta noche entre nosotros, mañana al despertar hayan pasado diez años."
Al se ha ido cuando contaba solamente con 65 inviernos, una "edad simplemente complicada porque las cosas que antes le causaban remordimientos, ahora le producían gases." Y lo ha hecho a su estilo, con una carta enviada a Carlos Herrera, y publicada el 26 de noviembre de 2013. Una carta donde la consciencia de una dura realidad no le impide escribir con su estilo noctámbulo frases repletas de humor, optimismo y, por si acaso, despedida: "Ojalá pueda volver a tu lado. Y si no vuelvo, por favor, piensa que fue sólo porque me empeñé en el estúpido sueño de llegar por ferrocarril a una ciudad sin tren."
Ya son dos los grandes genios que he conocido, a través de sus obras únicamente para mi desgracia, que han fallecido: Ramón Tosas (IVÁ) y José Luis Alvite, y no sobra gente de su talento.
Suerte tienen en la otra vida, porque serán los que ahora disfruten de tus narraciones sobre el Savoy.
Gracias por todo Al.
*(Las frases entrecomilladas han sido extraídas de sus artículos)