sábado, 23 de diciembre de 2017

SALMÓN CHEF IRENE


2017 llega a su fin y en el retrovisor de mi vida se reflejan las imágenes de los momentos vividos despegándose de mi presente. Miro hacia delante con las luces largas de la infancia, aunque últimamente me sorprendo más a menudo de lo que permiten en Nunca Jamás usando las cortas, reduciendo la velocidad, siguiendo las normas de tráfico. Los túneles y la niebla cada vez abundan más en estas carreteras. Por suerte suelo perderme en los viajes y acabo saliendo a zonas soleadas de verdes paisajes.

Al fondo puedo ver enero, mi cambio de puesto de trabajo, mi vuelta, el reto de intentar igualar a Feliciano, un gran handicap, porque es posible, e incluso fácil a veces, superar a alguien estudiando, jugando al golf, al fútbol,..., pero no lo es superar la humanidad de una persona, y menos cuando esa persona pone el listón tan  alto como mi antecesor, como todos aquellos que lo sitúan al nivel de su modestia y aún así te dejan la escalera para que llegues a él sin problemas. Pero sí hay problemas. La sencillez de estas personas hace que no se percaten de la altura a la que lo han dejado y el vértigo que produce intentar alcanzarlo. Feliciano me dejó como legado un puesto de trabajo rodado, con sus vivencias y aprendizajes por escrito, su preocupación para que yo no sufriera penalidades derivadas del cambio y un equipo de personas excelentes que lo apreciaban, lo aprecian y lo apreciarán ¿Se puede pedir más?

Entre ese grupo de personas se encuentran Irene y Bea, alias Blue, así como Lourdes o Alberto, y el resto de la organización, que también son estupendos, y que no cito por no alargarme más de lo que ya lo hago.

Normalmente, a eso de las once, doce o una de la mañana, me acerco por la oficina y, no sé cómo, empezamos a hablar de recetas y comida, Enrique se cabrea porque los ácidos del estómago le empiezan a perforar la úlcera. Pero de esas conversaciones, a parte de muchas risas, surgen grandes ideas,... ¡No, no de trabajo, de comida! Esos intercambios de Know-how son dignos del G-20, del G-28 o del Ge-yperman. De uno de ellos surgió la receta que os traigo hoy y que llegó hasta mis fogones gracias a la sabiduría de Irene.

Mientras os la cuento me vais a permitir que siga mirando por el retrovisor para recordar lo vivido este año: rectas, curvas, subidas, bajadas, pavimento deslizante, pérdidas de control de la dirección,..., y aún así, en el computo global, veo que sigo en la carretera y en compañía de gente estupenda. Espero que vuestro año haya sido al menos igual de bueno y que 2018 sea mejor.


Necesitaréis:

Salmón fresco
1 Naranja
1 Limón
Eneldo
Cebollino (para la variante de la receta)
Pimienta
Sal






Colocamos cuatro rodajas de salmón en una fuente y les añadimos el zumo de media naranja. Yo no tengo un microondas grande, así que las he tenido que hacer de dos en dos, lo que me ha permitido versionar la receta.






A continuación le añadimos unas gotas de limón, tantas como nos guste el toque ácido.








Seguidamente rallamos la cáscara de la media naranja y algo de la cáscara del limón sobre el pescado. Le añadimos la pimienta, la sal, el eneldo o el cebollino. Esto último según preferencias.








Para que podáis apreciar la mano de una verdadera profesional, os adjunto la foto de la receta original preparada por la Chef Irene. Esto es maestría. Si es que dan ganas de comerse el plato crudo. Juzgad vosotros.






Dejad de babear que seguimos.

Una vez preparadas las fuentes, las envolvemos en papel film y les hacemos 4 o 5 agujeros con un palillo.










Las metemos en el microondas 2 minutos o 2 minutos y medio.







Y obtenemos unos platos rápidos, sencillísimos y deliciosos.







Una maravilla de salmón a la naranja, muy sana y con fruta de temporada.

Podéis jugar con esta receta y su emplatado para ponerla en la mesa en Navidad. No tiene nada que envidiarle a otros platos, y os deja hueco para los entrantes y los polvorones.

Feliz Navidad y un próspero y sabroso 2018.