domingo, 3 de noviembre de 2013

UNA HISTORIA DEL ATASCO

Dentro de las curiosidades que me han sucedido se encuentra en un lugar preeminente la historia que paso a relatar a continuación.


Encontrábame en mi vehículo, parado en un semáforo, justo detrás de un Peugeot 206 azul metalizado conducido por una chica de amplia y rizada melena. En cierto momento rebuscó algo en el asiento de su derecha, y cuando volvió a ser visible su mano, ésta portaba un frasco de perfume. Apretó el pulverizador y desde mi coche pudo verse la estela cónica del perfume desplazándose desde el recipiente hasta su cuello. Me pareció extraño que se viera tan claramente el dibujo del líquido pulverizado, pareció como si el instante aquél hubiera pasado a cámara lenta, como si Dios hubiera pulsado el botón de ralentizar la imagen en el mando a distancia que gobierna nuestras vidas. Recuerdo que esbocé una sonrisa mientras cerraba los ojos y sacudía la cabeza a ambos lados, repitiéndome mentalmente que mi cansado cerebro me hacía ver cosas raras a aquellas horas de la tarde. Cuál fue mi sorpresa cuando, tras los breves segundos en los que cerré los ojos, el 206 se había transformado en un Mercedes clase E Cabrio descapotable color rojo pasión, la tapicería era de un, aparentemente, cálido y suave  cuero, el vestido de Chanel, y la melena de la chica brillaba aún más que antes agitada por el suave viento de la tarde.
Cabían varias opciones, que la chica fuera una bruja y el perfume una poción maravillosamente mágica, o que estuviéramos dentro de un vórtice espacio-temporal que transformaba las propiedades de los perfumes y colonias.
Yo conducía el Audi de mi padre porque mi coche estaba en el taller. No lo pensé dos veces, me lancé a la guantera como un poseso, y encontré un frasco de Brummell. Es una colonia- me dije- y a su inventor le llamaban Beau Brummell (el Bello Brummell). Me rocié rápidamente con ella pues no debía quedar mucho tiempo para que cambiara el semáforo. Empecé a notar las mutaciones de inmediato. Primero un cosquilleo me recorrió la cara y el pecho, luego noté una trepidación en el coche, me puse un poco nervioso pero tras unos segundos todas las sensaciones desaparecieron y me sentí seguro, con aplomo, fuerte, decidido. Me sentí más hombre.
Bajé el espejo retrovisor para mirarme, y observé mi cara poblada por unas densas patillas, además de una sombra negruzca de barba afeitada pero que se revelaba contra su confinamiento, una sombra tipo barba de Golfo Apandador. El pelo de mi cabeza era abundante, peinado con gomina hacia atrás pero dejando sobresalir un ligero tupé. Mi camisa había cambiado, era una camisa de amebas con tres botones abiertos por donde sobresalía una melena peluda que subía hasta el cuello. Para que os hagáis una idea, sería como si uno de los ZZ Top se guardara la barba por debajo de la camisa. Era la envidia del lobo alfa de la manada.
En cuanto al coche ¡Uy el coche! Un R-5 Turbo rojo, con raya blanca a lo Starsky y Hutch, alerón trasero, volante forrado en cuero, y unos dados colgando del espejo retrovisor.
Me guiñe un ojo y me atusé el pelo.
Cuando el semáforo se puso en verde aceleré a tope, adelanté al pringao de mi izquierda, y me situé delante suya. Quedé emparejado con el Mercedes clase E en el siguiente semáforo. La chica y yo giramos nuestras cabezas a la vez, y ante su cara de asombro desplegué mi arma más letal: el guiño-beso. Esta suerte consiste en guiñar un ojo y lanzar un beso hacia la chorba seleccionada, esta vez redondeé el ataque pasándome el pulgar por los labios, acto que dejaba a la vista mi larga y afilada uña del meñique, también conocida como la higiénica.


Seguramente creeréis que me miró con cara de asco y me mandó a la mierda. Pues no. Mi princesa quedó automáticamente prendada de mí. Aparcamos, tomamos una copa, yo un solysombra, y ella champán francés. Fuimos a cenar: huevos fritos con chorizo y lubina a la sal. Cada uno respetó los gustos del otro. Finalmente terminamos pasando una romántica noche en un motel de carretera.
Parece mentira, pero el mundo no es tan previsible ni está tan estandarizado como parece. Os corroe la envidia ¡eh!
Pero. Siempre hay un pero. Ella se había quedado dormida acostada sobre el edredón peludo de mi pecho, y al despertarse y acariciarme la cara se incorporó como si la propulsara un muelle. ¿Qué ocurre? – pregunte aún dormitando. Abrí los ojos y me vi en el espejo del techo del motel. Volvía a ser yo. Lampiño, tirillas,…, metrosexual ¡Dios!
La situación siguiente fue patética. Los dos nos excusábamos con frases hechas: perdón, se me ha hecho tardísimo, ya te llamaré para quedar otro día (aunque ninguno le dio el teléfono al otro),…

Desde entonces llevo siempre en la guantera un bote de Rexona, que según la publicidad no te abandona y tiene efecto 24 horas. Por si vuelvo a quedar bajo la influencia del vórtice espacio-temporal del atasco de regreso a casa.



4 comentarios:

LastChild dijo...

Estoy trabajando. Te diré que tras leer este hilarante post, las comisuras de mi boca se estiraron involuntariamente hasta llegar casi a las orejas. En ese preciso instante entró por la puerta un paciente al que sonreí ampliamente como si hubiese estado esperándolo toda mi vida. A su vez, éste, sorprendido, respondió con una sonrisa pensando quizás que era a él a quien sonreía. A esto se sumó mi facilidad para el sonrojamiento absurdo, y temí que este hombre, cuando metió la mano en el bolsillo de la chaqueta, sacase un pulverizador y el contínuo espacio-tiempo se viese alterado. Afortunadamente solo era una tarjeta con la cita de hoy. Y todavía estoy sonriendo. Y me durará toda la mañana. Gracias.

hitlodeo dijo...

Me alegra haberte hecho más llevadera la mañana. Y siento que el paciente solo sacase la tarjeta de la cita. Podría haberse transformado en un Príncipe Jiménez, Curro para los amigos XD

JuanRa Diablo dijo...

Pero... pero... ¡abrumado me deja este texto, Hit! ¿o debería decir abrummelado?

Yo, que tan acostumbrado estoy a hacer encantamientos diabólicos, aún no había visto un abracadabra con perfumes que transforman en machos alfas y en hembras omega. ¡Alucinante!

La próxima vez, en el motel de carretera, despiértate tú antes que ella y prepárale unas hamburguesas al roquefort o un pisto con berenjenas de esos tuyos. Y verás como no huye xD

hitlodeo dijo...

Lo intentaré JuanRa, aunque creo que debo intentar conseguir el perfume que no te abandone. Así no perderé mi edredón peludo. XD