Dentro de las curiosidades
que me han sucedido se encuentra en un lugar preeminente la historia que paso a
relatar a continuación.
Encontrábame en mi
vehículo, parado en un semáforo, justo detrás de un Peugeot 206 azul metalizado
conducido por una chica de amplia y rizada melena. En cierto momento rebuscó
algo en el asiento de su derecha, y cuando volvió a ser visible su mano, ésta
portaba un frasco de perfume. Apretó el pulverizador y desde mi coche pudo
verse la estela cónica del perfume desplazándose desde el recipiente hasta su
cuello. Me pareció extraño que se viera tan claramente el dibujo del líquido
pulverizado, pareció como si el instante aquél hubiera pasado a cámara lenta,
como si Dios hubiera pulsado el botón de ralentizar la imagen en el mando a
distancia que gobierna nuestras vidas. Recuerdo que esbocé una sonrisa mientras
cerraba los ojos y sacudía la cabeza a ambos lados, repitiéndome mentalmente
que mi cansado cerebro me hacía ver cosas raras a aquellas horas de la tarde.
Cuál fue mi sorpresa cuando, tras los breves segundos en los que cerré los
ojos, el 206 se había transformado en un Mercedes clase E Cabrio descapotable
color rojo pasión, la tapicería era de un, aparentemente, cálido y suave cuero, el vestido de Chanel, y la melena de
la chica brillaba aún más que antes agitada por el suave viento de la tarde.
Cabían varias opciones,
que la chica fuera una bruja y el perfume una poción maravillosamente mágica, o
que estuviéramos dentro de un vórtice espacio-temporal que transformaba las
propiedades de los perfumes y colonias.
Yo conducía el Audi de mi
padre porque mi coche estaba en el taller. No lo pensé dos veces, me lancé a la
guantera como un poseso, y encontré un frasco de Brummell. Es una colonia- me
dije- y a su inventor le llamaban Beau Brummell (el Bello Brummell). Me rocié
rápidamente con ella pues no debía quedar mucho tiempo para que cambiara el
semáforo. Empecé a notar las mutaciones de inmediato. Primero un cosquilleo me
recorrió la cara y el pecho, luego noté una trepidación en el coche, me puse un
poco nervioso pero tras unos segundos todas las sensaciones desaparecieron y me
sentí seguro, con aplomo, fuerte, decidido. Me sentí más hombre.
Bajé el espejo retrovisor
para mirarme, y observé mi cara poblada por unas densas patillas, además de una
sombra negruzca de barba afeitada pero que se revelaba contra su confinamiento,
una sombra tipo barba de Golfo Apandador. El pelo de mi cabeza era abundante,
peinado con gomina hacia atrás pero dejando sobresalir un ligero tupé. Mi
camisa había cambiado, era una camisa de amebas con tres botones abiertos por
donde sobresalía una melena peluda que subía hasta el cuello. Para que os
hagáis una idea, sería como si uno de los ZZ Top se guardara la barba por
debajo de la camisa. Era la envidia del lobo alfa de la manada.
En cuanto al coche ¡Uy el
coche! Un R-5 Turbo rojo, con raya blanca a lo Starsky y Hutch, alerón trasero,
volante forrado en cuero, y unos dados colgando del espejo retrovisor.
Me guiñe un ojo y me atusé
el pelo.
Cuando el semáforo se puso
en verde aceleré a tope, adelanté al pringao de mi izquierda, y me situé
delante suya. Quedé emparejado con el Mercedes clase E en el siguiente
semáforo. La chica y yo giramos nuestras cabezas a la vez, y ante su cara de
asombro desplegué mi arma más letal: el guiño-beso. Esta suerte consiste en guiñar un ojo y lanzar un beso hacia la
chorba seleccionada, esta vez redondeé el ataque pasándome el pulgar por los
labios, acto que dejaba a la vista mi larga y afilada uña del meñique, también
conocida como la higiénica.
Seguramente creeréis que
me miró con cara de asco y me mandó a la mierda. Pues no. Mi princesa quedó
automáticamente prendada de mí. Aparcamos, tomamos una copa, yo un solysombra,
y ella champán francés. Fuimos a cenar: huevos fritos con chorizo y lubina a la
sal. Cada uno respetó los gustos del otro. Finalmente terminamos pasando una
romántica noche en un motel de carretera.
Parece mentira, pero el
mundo no es tan previsible ni está tan estandarizado como parece. Os corroe la
envidia ¡eh!
Pero. Siempre hay un pero.
Ella se había quedado dormida acostada sobre el edredón peludo de mi pecho, y
al despertarse y acariciarme la cara se incorporó como si la propulsara un
muelle. ¿Qué ocurre? – pregunte aún dormitando. Abrí los ojos y me vi en el
espejo del techo del motel. Volvía a ser yo. Lampiño, tirillas,…, metrosexual
¡Dios!
La situación siguiente fue
patética. Los dos nos excusábamos con frases hechas: perdón, se me ha hecho
tardísimo, ya te llamaré para quedar otro día (aunque ninguno le dio el
teléfono al otro),…
Desde entonces llevo
siempre en la guantera un bote de Rexona, que según la publicidad no te
abandona y tiene efecto 24 horas. Por si vuelvo a quedar bajo la influencia del
vórtice espacio-temporal del atasco de regreso a casa.
4 comentarios:
Estoy trabajando. Te diré que tras leer este hilarante post, las comisuras de mi boca se estiraron involuntariamente hasta llegar casi a las orejas. En ese preciso instante entró por la puerta un paciente al que sonreí ampliamente como si hubiese estado esperándolo toda mi vida. A su vez, éste, sorprendido, respondió con una sonrisa pensando quizás que era a él a quien sonreía. A esto se sumó mi facilidad para el sonrojamiento absurdo, y temí que este hombre, cuando metió la mano en el bolsillo de la chaqueta, sacase un pulverizador y el contínuo espacio-tiempo se viese alterado. Afortunadamente solo era una tarjeta con la cita de hoy. Y todavía estoy sonriendo. Y me durará toda la mañana. Gracias.
Me alegra haberte hecho más llevadera la mañana. Y siento que el paciente solo sacase la tarjeta de la cita. Podría haberse transformado en un Príncipe Jiménez, Curro para los amigos XD
Pero... pero... ¡abrumado me deja este texto, Hit! ¿o debería decir abrummelado?
Yo, que tan acostumbrado estoy a hacer encantamientos diabólicos, aún no había visto un abracadabra con perfumes que transforman en machos alfas y en hembras omega. ¡Alucinante!
La próxima vez, en el motel de carretera, despiértate tú antes que ella y prepárale unas hamburguesas al roquefort o un pisto con berenjenas de esos tuyos. Y verás como no huye xD
Lo intentaré JuanRa, aunque creo que debo intentar conseguir el perfume que no te abandone. Así no perderé mi edredón peludo. XD
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