Llevo varios años de lucha contra el Kraken, y por fin lo he comprendido todo. Francamente, no me había dado cuenta hasta hace muy poco. Hasta hace muy poco. Muy poco.
El Kraken se entrometió en mí, ya de por sí complicada, vida. El odio hacia aquel animal asqueroso se inició con sus primeros ataques y, a continuación, comenzó la lucha. Ya ni siquiera recuerdo bien la fecha de la primera batalla, pero pudo ser hace cuatro años. A esa siguieron otras: hace tres años, hace dos,..., varias en un mismo año,... Odio, orgullo y lucha lo llenaron todo. El odio se alimenta de sí mismo, y del orgullo mal dominado, y ello lleva a la pelea continua. Por suerte, el tiempo y un afortunado atisbo de sensatez, me mostraron la realidad: el Kraken solo es un calamar que debe obediencia a Davy Jones, el verdadero culpable de todos los males. Y como suele ser habitual, el culpable se encuentra siempre escondido mientras envía a otros a ejecutar sus órdenes. Él no se mancha, ni deja que se note su participación, se esconde tras su enviado.
El atisbo de luz me hizo comprender el entramado, y todo el engaño en el que me había visto envuelto, y decidí que mi próximo movimiento sería continuar navegando sin luchar contra el Kraken. Atacó varias veces y, en todas ellas, cacé las velas y ciñendo conseguí avanzar siguiendo el rumbo elegido, con el viento de proa, contra todo.
Finalmente, el gran calamar entendió que no iba a luchar más contra él, que no me iba a distraer de mi objetivo, que iba a llegar hasta donde me había propuesto. Desde entonces sus ataques desprendían menos odio, incluso, cuando se cruzaban nuestras miradas él leía en la mía: ¡No voy a desistir!, y yo en la suya: ¡Tengo que hacer lo que hago, pero tú no cejes en el empeño! Es curioso, sabéis como sonríe un calamar ¿No? Yo tampoco, pero estoy seguro de que sonreía tras nuestros encuentros, lo sé porque yo hacía lo propio. ¡Quién iba a decirlo! Hemos terminado apreciándonos.
He conseguido arribar a mi destino. Aún no sé si victorioso o no, pero sí sé que he llegado al puerto que me fijé hace unos años. Una larga travesía. Y he hecho un extraño amigo, el Kraken. quién sino él me dejaría ésta receta de lasaña con productos del mar.
Necesitaréis:
Una o dos colas de Rape
Una bandeja de gulas
Placas de Lasaña precocinada
Besamel (si no la hacéis, os recomiendo la de Santa Teresa)
1 Cebolla
Queso rallado para gratinar
2 Dientes de ajo
Aceite
Sal
Pelamos el ajo, le quitamos el tallo y lo picamos.
Ponemos agua a hervir con sal.
Le quitamos la espina al rape.
Cocemos el rape unos 5 minutos aproximadamente.
Desmigamos el rape.
Picamos la cebolla.
Ponemos aceite a calentar en una cacerola.
Añadimos el ajo picado.
Agregamos la cebolla picada.
Una vez se haya pochado un poco la cebolla añadimos el rape desmigado.
Le damos unas vueltas e incorporamos las gulas.
Dejamos que se cocine todo dos o tres minutos.
Colocamos las placas de lasaña en la base de una fuente del horno. Previamente habremos preparado las placas precocinadas sumergiéndolas en agua caliente 20 minutos, o lo que indique la caja.
A continuación colocaremos el sofrito de rape y gulas sobre las placas.
Cubriremos todo con otra fila de placas.
Incorporaremos la besamel, por encima de ella, el queso rallado, e introduciremos la bandeja en el horno a gratinar hasta que se dore la superficie.
Seguidamente la extraeremos, y la repartiremos en platos para comerla recién hecha.
Una delicia extraída del mar, y regalo de un ser maldito, un maldito amigo.
No odiéis al Kraken, odiad a Davy Jones, él es el verdadero culpable de los males del Mundo.
Disfrutad de ésta receta y, si queréis, podéis añadirle una gambas.