martes, 21 de mayo de 2013

BUCEO A PULMÓN

Bajo el agua crecen algas y otras especies. Jack Cousteau con sus documentales me aficionó al submarinismo, deporte que practiqué más asiduamente en mi niñez en aguas de Murcia y Málaga. Galicia para esto del buceo requiere de trajes de neopreno y otros complementos.

Recuerdo que cogíamos pulpos con la mano, sepias (nosotros las llamábamos jibias), sargos, rascacios (una especie de cabracho), lenguados, erizos, caracolas,...Paseábamos al lado de congrios y morenas que te amenazaban sacando un poco la cabeza, y abriendo y cerrando la boca.

La inmersión era el momento más extraño, pasabas de escuchar el griterío de los niños y el sonido de las olas a oír un silencio atronador, donde todos los sonidos se multiplicaban por mil y te daba la impresión de estar rodeado por cientos de almas en pena. Ruidos de cadenas, de cristales, de ir y venir de arena,..., pero como si estuvieras dentro de una burbuja.

Una de las cosas que más me gustaba hacer era sumergirme y bucear pegado al fondo, normalmente acompañado de dos pulpitos pegados en las muñecas, y algún otro pegado en la espalda. Al cabo de un rato los pulpitos se iban y yo seguía buceando.

Ahora mis oídos me permiten pocas aventuras submarinas, aunque aún puedo hacer alguna escapada en el Mediterráneo, o en Madrid. Sí, en Madrid. En plena sierra, me asomé a las profundidades y recordé mi infancia observando el fondo cubierto de algas.





Bueno, no fue exactamente igual que bucear, pero la fuente que lleva echando agua desde 1916 tiene una vegetación en el pilón que me trajo todos estos recuerdos. Y sin mojarme, como un político cualquiera.








4 comentarios:

JuanRa Diablo dijo...

Y sin mojarme, como un político cualquiera. Jajaja ¡Qué grande!

Ya me imagino que las aguas en Galicia son mucho más fresquiñas para estas actividades.

Lo más parecido que he hecho yo a esto que describes fue en las aguas de Yucatán, en México, en el viaje de novios. Se llamaba snorkel, o algo así y era sobre unos arrecifes donde no podía haber mayor cantidad de fauna distinta. Fue algo increíble, aunque yo no lo disfruté plenamente porque siempre me quedaba atrás del grupo y me acojonaba quedarme solo.

Saludos

hitlodeo dijo...

La sensación de acojono bajo el agua es normal. Recuerdo que de pequeño, cada cierto tiempo, giraba sobre mi mismo para ver si había algo cerca.

Entre tú y yo, no somos descendientes del Cid Campeador ninguno JuanRa.

LastChild dijo...

Pues estaría bien encontrar unos percebiños por ahí adheridos ya de paso.

¡Qué valor, bucear cerca de congrios y morenas! Y yo que casi muero del susto cuando me rozó las piernas una anguila (quiero pensar que era eso) mientras me subía a una colchoneta en la ría. Qué repelús!

hitlodeo dijo...

Pues con el chorro de agua que cae te puedes hacer a la idea del riesgo que corren los percebeiros.

Fíjate en la foto. De punta se me ponen los pelos.

Una anguila cariñosa. Como los gatos, a rozarse entre las piernas del dueño.