Frente a este monumento en honor a Julio Verne que se encuentra en el náutico de Vigo dejé vagar mi imaginación.
Siempre he pensado que tenía algo de síndrome de Peter Pan, ese miedo a crecer, a pelear en la vida diaria como se supone debe hacerlo un adulto. No me apetece pelear por las cosas que a los demás les parecen muy importantes: poder, situación social, ...
Delante de esta escultura me di cuenta que no tengo ese síndrome. No, no tengo el síndrome de Peter Pan. Soy de la banda de Peter Pan. Durante el día lucho contra el Capitán Garfio, contra los Capitanes Garfio que pueblan la vida diaria. Mientras estoy consciente me mantengo en su terreno, y la pelea es constante y agotadora. Por la noche, con mis pensamientos felices, vuelo hasta Nunca Jamás donde vivo fantásticas aventuras, algunas increíbles en los dominios de Garfio, pero posibles en la tierra de los sueños.
Pero no todo es maravilloso siempre. Al igual que yo hago incursiones en la tierra de los piratas, Garfio se introduce a veces en Nunca Jamás. Esas noches las peleas son duras y me restan fuerzas para soportar el día. Esas noches él intenta llevarme a su territorio y privarme de mis aventuras. Y durante los días que las siguen intento visitar mi país de las aventuras aunque luzca el Sol, ignorando a los piratas, con la mirada aparentemente atenta y la mente pérdida.
5 comentarios:
No te veo de Peter Pan, te veo más del niño con gafas y en camisón..dejándose llevar.
que cosas.
Hola Moli:
Ya digo que soy de la banda de Peter Pan, no que soy él.
¿El niño del camisón?. Podría ser, pero el no se quería quedar en Nunca Jamás, y a mi me gusta más que los dominios de Garfio.
;)
Moli, me he probado una chistera y, no sé. Casi me convences.
Llevo todo el día intentando olvidar el pulpo que he preparado hoy para comer. Me ha salido duro y salado, y aunque los míos han emitido sonidos de aprobación mientras lo deglutían, sé que ha sido un fracaso. Llevo toda la tarde pensando que no volveré a intentar cocinar un pulpo. Que ya es la segunda vez, y que se me resiste, que con el pulpo he fracasado como gallega. Ahora, al final del día, cuando ya tengo más o menos olvidado al pulpo, abro tu blog para entretenerme un poco con tus cosas y.... ARRRGGG! Jajaja.
¡Ah! Y cuando entres en Nunca Jamás no olvides echar el cerrojo. Yo guardo mi llave debajo de la almohada.
Un beso
Hola Last:
Siento que el pulpo de la foto te haya recordado tu experiencia gastronómica, pero lo del pulpo salado es corregible para la próxima vez, y lo de que te salga duro depende, a mi me gusta que "trisque" (como dice mi mujer) un poco. O sea, que prefiero que no esté blando como el chicle, sino con un punto de dureza. De todas formas lo puedes conseguir más a tu gusto la siguiente vez. Eres gallega. Ánimo ¡Qué no se diga!
Por cierto, mi mujer lo asusta antes (que es eso de meterlo en la olla cogido por la cabeza y sacarlo, dos o tres veces, hasta que se le encogen las patas). También lo congela antes para que quede más blando. El congelado hace las veces de la paliza que se le daba para ablandarlo antiguamente.
Es que en mi caso la gallega es ella, yo sólo soy gallego consorte.
Y sí. Debo cerrar mejor la puerta de Nunca Jamás, pero hay días que se me queda entornada.
Un beso
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